viernes, 11 de mayo de 2007

Confieso

que lo hice. Que llegué a ese lugar, y me decidí de una vez.
Pensé muchas cosas previamente, como en la responsabilidad que implicaba perder lo que era mío para siempre, decidirme a extrañar por siempre lo que tanto me había costado tener, lo que tanto trabajé y sufrí.
Sentía esa peligrosa angustia de separación, y me daban náuseas y ganas de vomitar; pataleos en el estómago y problemas para fijar la vista. Ya daba por perdido lo que era tan mío, lo que me había costado tanto tener, que luchaba dentro de mí por quedarse, dentro de mi cerebro, de las bases mismas del puto hipotálamo, pero aún así su destino estaba claro.
Asi que me sente en el guater, y lo cagué.

miércoles, 25 de abril de 2007

version prosa (sin acentos)

Si, me acuesto con un hombre por plata.
Y soy esa, y no esa otra
que cada domingo converge a misa
y repite con usura "perdona nuestras ofensas
como tambien nosotros perdonamos a los que nos ofenden"
como quien mastica un chicle añejo
de eso pegados en el asiento de la micro
sucios, por todos las manos que lo tocan
y masticados con rabia, por un aquel, en un dia cualquiera.

no, yo no soy esa
no soy esa que en la misma misa
mira las etiquetas de las ropas y los peinados
la que traspira los olores de sus vecinos
para diferenciar a quien merece estar en su misa
del que debiera creer en dios desde su choza,
y espera con ansias llegar a la casa
a redondear el pelambre con la maria
"esa chola que tengo de nana"
mientras sus labios tocan la mano
de ese hombre que no es hombre
pero ofrece una hostia,gratis y para todos.

No, yo no soy esa.
Tampoco soy ese que sale en la tele
riendose de un chiste, prometiendole a la vida
y a esa gente que no discrimina
ese pan miserable que nunca otorga,
o las cien lucas obligatorias

no soy el que explota a sus obreros,
ni el que castiga a sus niños,
ni el que mata por plata,
ni el cruel, ni el sangriento,
no soy la hija de puta de la alcaldesa esa,
ni tampoco la que muestra las tetas,

no,

solo soy esa otra,
que si, cada noche
se acuesta con un hombre por plata.

miércoles, 11 de abril de 2007

Es verdad?

Sí, es verdad. Me acuesto con un hombre por plata. Y qué tiene? Me colapsan todos ustedes, con sus miradas cartuchas a la mina puta. Pero yo soy esa, y no esa otra, que entra a la iglesia masticando un "perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden...", como quien mastica un chicle, y mira la imagen de Jesucristo pensando en lo fea que está la vecina, en el hombre de enfrente que pone cara de santo, y que -todo el mundo sabe- se caga a la señora con la vieja de la tercera fila, y así sigue la vieja, comiéndose la vida de todos aquellos que tiene alrededor, y no se da cuenta que está tan ensimismada, que tiene la vista pegada al sexo de jesucristo, y que la vecina del lado la miró justo cuando estaba en el clímax de su "opinología en la iglesia", y le contó a la Loca Juana que la vecina del uno le estaba mirando el pico a la imagen de Jesucristo. Al final la vieja sale contenta, saludando a sus vecinas y amigas, a las que envidia y torturaría si pudiera, a las que jamás les regalaría un trozo de pan si tuviesen hambre, y se ríe y dice un chiste, y se va corriendo con los cabros chicos a la casa, a redondear el pelambre con la nana.
No, yo no soy esa. Tampoco soy ese que tortura a sus obreros, y después sale en la tele, riéndose contento. No soy tampoco aquel que encasilla a las personas, y las limita a vivir. No soy ni el cruel, ni el rico abusador, ni la irrespetuosa, ni la huevona mala.
Soy la Gala, y sí, me acuesto con un hombre...por plata.

martes, 10 de abril de 2007

El origen

Mi profesor de "Estética de la Comunicación", tal vez ayer se mandó un mal polvo. O quizás se enojó porque la esposa adora a Benjamín Vicuña, y el se mira y no soporta su propio cuerpo, o tal vez no le dejaron cambiar la tele y tuvo que mamarse a la Pamela Diaz durante horas, haciendo alarde de su talento en el nuevo y fino campo de la opinología. Cualquiera sean las alternativas, tiene que ver con la esposa. Porque tenia el cuello hinchado y estaba enojado, y mi abuelo siempre decia que lo que amaba y odiaba de mi abuela, era su capacidad de hincharlo.
Asi que he aqui el caso, empiricamente demostrado. Cómo lo habrá hinchado es otro tema, porque, para que volvamos a lo que me compete, el problema era de él como profesor y no como hombre medio mamón.
Se sentó haciendo casi un alarde tipo Aquiles con ese escudo de 4 capítulos estilo Rococó, y empezó a pasar la lista. ¡Qué mala costumbre esa, de pasar lista! Los profesores que pasan lista son aquellos número 10 en una escala de 10 del mejor al peor, donde, con ese simple hecho de enumerar a su alumnos y nombrarlos con ese dejo vano de quien está leyendo su lista de "a los cuarenta huevones que me cagaré todo el semestre", los limita a no faltar. Y no se da cuenta de que el matiz astuto y hasta bello del oficio añejo y único de ser profesor, está en maravillarlos con qué y cúal contenido para que no quieran faltar. Y no puedan.
Y se queden en sus casas sabiendo que se están perdiendo clases magistrales de histronismo extrapolado al teatro callejero, mezclado con contenidos Times New Roman, de una guía vieja y con el timbre de la Universidad.
Pero bueno, estaba yo ahí, en esa lista media puta que pasaba y manoseaba cada Lunes y Miércoles, este famoso e hinchado profesor, cuando nos pidió a todos que tomáramos una hoja y un lápiz, y que escribiésemos, los elementos -y nótese el peso de la palabra ocupada (yo hasta el momento vivía un planeta llamado tierra y no en un tubo de ensayo, o cosas como esa)- que creíamos, nos constituían como un ser esencial.
Una compañera preguntó cuantos debían ser, y el profesor le dijo que limitásemos nuestras cabezas a 4. Yo la miré y pensé que me daba pena, no lo sentí, lo pensé no más, porque de verdad, que pena la huevona, tener que escribir pene 1, 2, 3 y 4 en la lista, siendo que existen tantos elementos que escribir en una hoja como esa.
Y más huevona yo que no tengo ninguno, y por último para dejar de mirar las lineas fotocopiadas de mi cuaderno, escribo igual un pene, como para partir de lo más básico, poner algo rico,o escribir cualquier estupidez. -me río sola mientras escribo e s t u p i d e z, porque, qué mujer no ha querido decir que el famoso pene ese, el rey, campeón, amigo, o el sin fin de huevadas que los hombres dicen cuando pretenden referirse al mono con un ojo que les cuelga, qué mujer no ha querido decir a ciencia cierta que es una estupidez. Tengo y tenemos todas el rollo fálico del complejo de Edipo, que en vez de madre se aplica cada mes a un pene, y que se convierte en culpable todos los Lunes 8, que es cuando te llega la regla.-
En fin, alguien dijo que tus pertenencias, tenían mucho que ver con los que eran en sí mismas, las personas. Asi que agarré el morral de lana, ese clásico, zurcido cien veces, y lo empecé a revisar.
Terminé por pensar, simplemente que no me gusta esa teoría, porque de ser cierta, debiera ser un lapiz, un cigarro, un papel y un condón. Y para mala cuea mía, no me tinca hoy dia ser condón.
Miro la hora, y empiezo a juntar las rodillas, igual que en el colegio, cuando me tocaba recitar el poema 20 de Neruda. Ya ha pasado una hora, y hasta el cuello se le ha deshinchado al viejo de estética. Y yo, ni mierda que poner en esa hoja.
Ahora es cuando se cierne sobre la columna vertebral y llega hasta el cerebro escrito en cuaderna vía, el lamento semi absurdo y existencialista al peo, del autoconocimiento y del camino propio y tuyo, más que de nadie, por el mundo. Y te das cuenta de que necesitas a otros para preguntarles qué elementos constituyen tu vida. LLegas, como si fueras por la corriente libre, al pensar en qué mierda soy, para después deprimirte por no poder dar ninguna respuesta, y envidiar a la huevona del lado, que está tirando papelitos al aire, para decidir entre cincuenta elementos distintos.
Y yo y mi mierda que se empieza a calentar y se pone más hedionda, cuestionándome la vida entera y lo vulnerable que he sido a lo que los demás han querido hacer de mí, que me viene la angustia de siempre, me baja la pena y las rodillas comienzan ese temblazón estilo Mekano bailando reggaetón.
Sí, mandé a la mierda la sinceridad y me fuí. Dejé la hoja, me paré y me fuí. Pero no quedó en blanco, antes morir, sólo escribí "Ésta Gala nueva y sola", que igual eran cuatro palabras, aunque no elementos.
"Ésta Gala Nueva y sola", esa soy yo.
Ahora que leo, empiezo a cambiar algunos garabatos por garabatillos, para caer en la casilla, en el estereotipo de dama, al que nunca entré ni nacida -y no hablaba- y que a estas alturas ya es casi como Estados Unidos comunísta.
No me gusta, pero soy yo. Nueva y sola.