Mi profesor de "Estética de la Comunicación", tal vez ayer se mandó un mal polvo. O quizás se enojó porque la esposa adora a Benjamín Vicuña, y el se mira y no soporta su propio cuerpo, o tal vez no le dejaron cambiar la tele y tuvo que mamarse a la Pamela Diaz durante horas, haciendo alarde de su talento en el nuevo y fino campo de la opinología. Cualquiera sean las alternativas, tiene que ver con la esposa. Porque tenia el cuello hinchado y estaba enojado, y mi abuelo siempre decia que lo que amaba y odiaba de mi abuela, era su capacidad de hincharlo.
Asi que he aqui el caso, empiricamente demostrado. Cómo lo habrá hinchado es otro tema, porque, para que volvamos a lo que me compete, el problema era de él como profesor y no como hombre medio mamón.
Se sentó haciendo casi un alarde tipo Aquiles con ese escudo de 4 capítulos estilo Rococó, y empezó a pasar la lista. ¡Qué mala costumbre esa, de pasar lista! Los profesores que pasan lista son aquellos número 10 en una escala de 10 del mejor al peor, donde, con ese simple hecho de enumerar a su alumnos y nombrarlos con ese dejo vano de quien está leyendo su lista de "a los cuarenta huevones que me cagaré todo el semestre", los limita a no faltar. Y no se da cuenta de que el matiz astuto y hasta bello del oficio añejo y único de ser profesor, está en maravillarlos con qué y cúal contenido para que no quieran faltar. Y no puedan.
Y se queden en sus casas sabiendo que se están perdiendo clases magistrales de histronismo extrapolado al teatro callejero, mezclado con contenidos Times New Roman, de una guía vieja y con el timbre de la Universidad.
Pero bueno, estaba yo ahí, en esa lista media puta que pasaba y manoseaba cada Lunes y Miércoles, este famoso e hinchado profesor, cuando nos pidió a todos que tomáramos una hoja y un lápiz, y que escribiésemos, los elementos -y nótese el peso de la palabra ocupada (yo hasta el momento vivía un planeta llamado tierra y no en un tubo de ensayo, o cosas como esa)- que creíamos, nos constituían como un ser esencial.
Una compañera preguntó cuantos debían ser, y el profesor le dijo que limitásemos nuestras cabezas a 4. Yo la miré y pensé que me daba pena, no lo sentí, lo pensé no más, porque de verdad, que pena la huevona, tener que escribir pene 1, 2, 3 y 4 en la lista, siendo que existen tantos elementos que escribir en una hoja como esa.
Y más huevona yo que no tengo ninguno, y por último para dejar de mirar las lineas fotocopiadas de mi cuaderno, escribo igual un pene, como para partir de lo más básico, poner algo rico,o escribir cualquier estupidez. -me río sola mientras escribo e s t u p i d e z, porque, qué mujer no ha querido decir que el famoso pene ese, el rey, campeón, amigo, o el sin fin de huevadas que los hombres dicen cuando pretenden referirse al mono con un ojo que les cuelga, qué mujer no ha querido decir a ciencia cierta que es una estupidez. Tengo y tenemos todas el rollo fálico del complejo de Edipo, que en vez de madre se aplica cada mes a un pene, y que se convierte en culpable todos los Lunes 8, que es cuando te llega la regla.-
En fin, alguien dijo que tus pertenencias, tenían mucho que ver con los que eran en sí mismas, las personas. Asi que agarré el morral de lana, ese clásico, zurcido cien veces, y lo empecé a revisar.
Terminé por pensar, simplemente que no me gusta esa teoría, porque de ser cierta, debiera ser un lapiz, un cigarro, un papel y un condón. Y para mala cuea mía, no me tinca hoy dia ser condón.
Miro la hora, y empiezo a juntar las rodillas, igual que en el colegio, cuando me tocaba recitar el poema 20 de Neruda. Ya ha pasado una hora, y hasta el cuello se le ha deshinchado al viejo de estética. Y yo, ni mierda que poner en esa hoja.
Ahora es cuando se cierne sobre la columna vertebral y llega hasta el cerebro escrito en cuaderna vía, el lamento semi absurdo y existencialista al peo, del autoconocimiento y del camino propio y tuyo, más que de nadie, por el mundo. Y te das cuenta de que necesitas a otros para preguntarles qué elementos constituyen tu vida. LLegas, como si fueras por la corriente libre, al pensar en qué mierda soy, para después deprimirte por no poder dar ninguna respuesta, y envidiar a la huevona del lado, que está tirando papelitos al aire, para decidir entre cincuenta elementos distintos.
Y yo y mi mierda que se empieza a calentar y se pone más hedionda, cuestionándome la vida entera y lo vulnerable que he sido a lo que los demás han querido hacer de mí, que me viene la angustia de siempre, me baja la pena y las rodillas comienzan ese temblazón estilo Mekano bailando reggaetón.
Sí, mandé a la mierda la sinceridad y me fuí. Dejé la hoja, me paré y me fuí. Pero no quedó en blanco, antes morir, sólo escribí "Ésta Gala nueva y sola", que igual eran cuatro palabras, aunque no elementos.
"Ésta Gala Nueva y sola", esa soy yo.
Ahora que leo, empiezo a cambiar algunos garabatos por garabatillos, para caer en la casilla, en el estereotipo de dama, al que nunca entré ni nacida -y no hablaba- y que a estas alturas ya es casi como Estados Unidos comunísta.
No me gusta, pero soy yo. Nueva y sola.
martes, 10 de abril de 2007
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